jueves, 24 de julio de 2014

¿Es tan fácil vivir con los ojos cerrados?

El 31 de octubre de 2013 se estrenó en el panorama del celuloide español y de la mano del director y guionista David Trueba Vivir es fácil con los ojos cerrados, un drama protagonizado por Javier Cámara, Natalia de Molina y Francesc Colomer cuya trama se hilvana a través de un profesor de inglés que recorre la geografía e historia hispanas de 1966 de la mano de dos adolescentes descarriados, en busca del sueño de conseguir hablar con John Lennon para pedirle que incluya las letras de sus canciones en los discos. Una película en la que participaron los reconocidos Jorge Sanz y Ariadna Gil, y que obtuvo siete nominaciones a los premios Goya consiguiendo seis de ellos.

Esta road movie, cuya web oficial adjunto para los amantes del cine español en general y de esta idea superviviente en particular, como muchas de sus coetáneas vio su retirada en los cines a las pocas semanas del estreno y, tras las condecoraciones obtenidas, fue resucitada -aunque no al tercer día- durante algo más de tiempo a manos del capitalismo intelectual.

De aquellos que me rodean y que repelen el cine español como a las avispas que vienen a disfrutar de la tortilla de patatas con pimientos y filetes empanados en una comida de campo, arguyen tres versiones irrefutables para mantener una inflexibilidad opaca -y, tal vez, desmesurada- a la hora de dar una oportunidad a las ideas cinematográficas nacionales, ni siquiera gratuitas: en primer lugar, el peso pluma de que el celuloide no ha cambiado desde Andrés Pajares y Fernando Esteso con Los bingueros, José Luis López Vázquez con sus "alemanas" o Paco Martinez Soria, Don erre que erre. En segundo lugar -como peso ligero-, que en pocas ocasiones se ofrece una idea genuina en los géneros de comedia o drama. Que la mayor parte de las películas tienen una relación endogámica con nuestra Guerra Civil -de recidivas aún latentes- o enmarañados engaños y desengaños amorosos protagonizados por agraciados y comerciales actores del momento y de desenlace tan vaticinable que incluso Sandro Rey daría en el clavo.

En tercer lugar -y, quizás, un argumento peso pesado-, que el cine debe cumplir una función de entretener y, desafortunadamente, las tramas españolas absorben argumentos intimistas que explotan bien la crisis socioeconómica del país, generalmente a modo de exposición o crítica. Una idea aristotélica que proviene en sus recónditos inicios de su Retórica respecto al docere y el deleitare de la literatura en especial, y que en épocas como la de La Ilustración abogó por la enseñanza frente al entretenimiento con insistencia manifiesta en textos hieráticos y prolijos como los de Melchor Gaspar de Jovellanos.

Este escenario me evoca el nacimiento de la Generación del '98, un grupo de intelectuales afectados profundamente por la crisis moral, política y social acarreada en España a raíz de la derrota militar en la guerra hispano-estadounidense y la consiguiente pérdida de Puerto Rico, Guam, Cuba y las islas Filipinas, que a partir del denominado Grupo de los Tres (Baroja, Azorín y Maeztu) comenzaron a plasmar sobre el papel con un estilo hipercrítico e izquierdista, y entre los que se encontraba uno de mis irremediablemente predilectos y que supone el motor este artículo: Miguel de Unamuno.


A mi buitre
Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.
El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.
Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría
mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.

Pensador polifacético y artista emblemático donde los haya. Este bilbaíno nacido en 1864 además de poeta, ensayista, filósofo, novelista y escritor de obras de teatro, ocupó en tres ocasiones el cargo de rector de la Universidad de Salamanca. Muchos estudiantes le recuerdan en el Café Novelty, lugar donde jugaban al dominó. Se enfrentó a su personaje contra sí mismo en Niebla, dedicó un poema a su buitre y no sobrevivió al Sentimiento trágico de la vida

En cierta ocasión un amigo filósofo, de esos a los que sí les gusta el cine español, me contó una anécdota acerca de su tan admirado Don Miguel de Unamuno. Habló de que un día estaba el profesor dando clase y al referirse a Shakespeare lo leyó tal y como suena en español. Un alumno no tardó en contradecirle indicándole que se pronunciaba Cheskpir, a lo que Unamuno no contestó prosiguiendo el resto de la clase en un implecable inglés. Una anécdota que, curiosamente, atribuyen en la película a Menéndez Pidal. 

No me atrevería a aseverar que Vivir es fácil con los ojos cerrados tiene una errata en el guión porque no he encontrado documento que confirme que fue uno u otro autor quien contribuyó a la anécdota, a pesar de que en la mayoría de los libros de texto universitarios, enlaces de buscadores internautas y comentarios de alumnos aseguran que fue a Unamuno a quien le sucedió. Tampoco me atrevería a renegar del título aludiendo que vivir, tanto con los ojos abiertos como cerrados, no es nada fácil. Aunque supongo que eso no es lo realmente importante. Lo importante, dado el panorama educativo actual, es que el profesor universitario prosiguiera la clase en un inglés impecable. En el siglo XXI, seguramente y llegado el caso, se limitaría a cerrar los ojos y seguir viviendo.











jueves, 17 de julio de 2014

La absurda batalla entre la lengua y el idioma



En primer lugar y, dado que llevo tiempo pensando en ello pero, hasta ahora, solían interponerse otros quehaceres que dejasen este tema para el final, para aquellos que se encuentren en la disyuntiva sobre las fotografías y dibujos adjuntos a los artículos a fin de complementarlos, confirmaré que son extraídas de la red y abiertas al público. No son mías, salvo que en algún caso excepcional indique lo contrario.

En segundo lugar, el texto de esta semana se refiere a un comentario que publiqué en mi muro de facebook el 19 de mayo a colación de un artículo que tuve la oportunidad de leer en una revista a la que estoy suscrita desde hace años y que me fascina: Leer (Premio nacional al fomento de la lectura).



¿Es más importante que el Gobierno dedique sus esfuerzos a bilingüismo o a la lectura? ¿Por qué se ha llegado a asociar la lectura con una asignatura más que aprobar en lugar de un placer que desarrollar en ámbitos ajenos a la escuela?

Recuerdo que mi primer contacto con la asignatura de lengua y literatura fue duro. Lo habitual es que una niña con un cociente normal, que se inicia en el bachillerato, no alcance a comprender el profundo mensaje filosófico o moral, o la implicación política o histórica de novelas como La Regenta (Leopoldo Alas Clarín), Don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes), el Poema del Mío Cid (Anónimo), el Romancero Gitano (Federico García Lorca) o Fortunata y Jacinta (Benito Pérez Galdós). De los libros de Elige tu propia aventura y Barco de Vapor pasé a exámenes donde buena parte del aprobado consistía en un comentario de texto sobre un documento elegido al azar por el profesor, siendo el 50 % restante una pregunta teórica (que no retórica), generalmente sobre la biografía o bibliografía de alguno de los autores entrados en materia. Sin embargo, y a pesar de que el mensaje resultase soporífero, había que pasar la asignatura como fuese, lo que se transformaba en la obligación de leer y estudiar los escritos que obligase el profesor como responsabilidad añadida a la clase de educación física o matemáticas. Y, especialmente las tardes de verano, después de una comida copiosa, la lectura resultaba todo lo contrario a un placer con el que disfrutar a sorbos, lentamente, de la misma manera que se disfruta un granizado de limón.

En paralelo y, generalmente, con el mismo número de horas a la semana la profesora de inglés trataba de enseñarme una lengua que nunca llegué a dominar a pesar de los esfuerzos del sistema educativo en, año tras año, hacerme engullir la gramática sajona una y otra vez sin colorantes ni conservantes al más puro estilo del porrón de vino, sin que ningún adulto responsable se planteara cómo era posible que una niña que llevaba estudiando las mismas reglas desde gozar de uso de razón no era capaz de pronunciar correctamente "hut", "hot", "hat" y "heat".

Y parece que el problema sigue en candelera, hasta el punto de que la crisis ha invitado a la mayor parte de los jóvenes profesionales españoles a exiliar para optar a un futuro digno. Eso sí. Los jóvenes profesionales españoles que lograron aprender inglés en aquellos tiempos a través de métodos alternativos a los empleados en la EGB, Bachillerato o COU. Y, como el método Vaugham tal vez se estaba gestando, pero no manifestando, las alternativas eran internados o colegios mayores, prácticas en el extranjero, becas internacionales -de esas que no quedan-, profesores particulares o trabajos variados en familias u hoteles para lograr perfeccionar un idioma que, llegados de vuelta a España y con el transcurso de los meses, se difuminaría como el humo de un cigarrillo.

Publica el diario ABC el día 5 de junio que «Nueve de cada diez profesores creen que Mariano Rajoy no aprobaría un examen de inglés de Educación Secundaria». Y el Gobierno, no creo que avergonzado, se ha puesto las pilas aumentando las horas de inglés en los colegios públicos. Un bilingüismo estatal que no abarca más de diez horas diarias y que, sorprendentemente, tampoco acoge a los alumnos desde sus primeras palabras.

Tal vez hagan falta un par de generaciones más para que los adultos responsables en cuyas manos estamos comprendan, en primer lugar, que el inglés debe mamarse con la leche materna en lugar de beberse con cerveza en los aperitivos de los domingos. Y en segundo, que la literatura debe disfrutarse y no suponer una obligación tortuosa. Que cada lectura, como la mayor parte de los placeres, tiene un momento en la vida de cada persona.

jueves, 10 de julio de 2014

¿Dónde quedaron los cuadernos de espiral?

Hace algún tiempo estuve impartiendo clases de literatura a un niño de la ESO que no tendría más de once años. Su madre me contrató un par de horas a la semana para que fomentase la aproximación del estudiante a la lectura y mejorara la calidad de su ortografía. El pequeño inicialmente había estado matriculado en un colegio privado bilingüista, de esos en los que los progenitores, tutores o mecenas han de dejarse una pasta a falta de la subvención del Gobierno para incentivar la necesidad imperiosa de dominar el inglés junto al español y hablar con soltura el segundo idioma más relevante para la economía mundial. Cuando llegué a su vida del mismo modo que llega un forúnculo incómodo estaba inscrito en los Salesianos, aunque esa no es la cuestión que ocupa este artículo.
Mi primera pregunta fue si le gustaba leer, a lo que contestó -como, lamentablemente, la mayoría de los alumnos de su edad y moderadamente más niños que niñas-, que no. Obvia decir que en el aparador tenía una videoconsola y múltiples juegos de violencia ya terminados dejando hueco a otros tantos.
Hasta donde yo sabía, la lectura voraz es el remedio más efectivo contra las faltas ortográficas. Pero nada mejor que la experiencia para comprender que no sólo la aversión a los libros es la enemiga de la escritura, sino que el propio sistema educativo se ha atrincherado en una batalla ineluctable en contra de la literatura, sin previo aviso y sin que ésta apenas pueda defenderse.
El niño, al que recuerdo con especial afecto, me mostraba sus libros de sociales, de tecnología (¿por qué es necesario que un niño se examine las tipologías de maderas que hay en función de los árboles de que se extraen?), de religión... el de lengua y literatura era un conglomerado (que no aglomerado) de ideas y dibujos aparentemente bastante completo para su edad y conocimientos, en el que con especificidad se trataban las letras  más conflictivas del abecedario cargadas de útiles ejemplos respecto a su uso en la sílaba y en la palabra.
He de decir que, del mismo modo que he conocido a despistadas promesas hambrientas de literatura con grandes faltas de ortografía, me he topado con empedernidos jugadores que han llegado a aprender inglés con sus batallas internáuticas. De hecho y, sin desviarme demasiado del tema, me viene a la memoria el llamado World of Warcraft, un juego que ha atrapado a miles de personas de todas las edades y del que soy consciente que ha enseñado un aspecto técnico de inglés a muchos hispanohablantes.
A medida que avanzaban los días observé que el alumno memorizaba con grandes dificultades las diferencias entre la "g" y la "j" o las tildes. Incluso explicándole el funcionamiento de la "m" o la "p" al muchacho le costaba un trabajo exorbitante escribir la palabra sobre el papel y acertar. A veces apostaba a cara o cruz tratando de que no me diese cuenta, a veces esperaba cualquier despiste (voluntario) para echar un vistazo al libro y aclarar sus dudas.
Me recuerdo cuando era niña y tenía un cuaderno a cuadros de espiral para cada una de las asignaturas. Mi madre, ya visionaria por aquel entonces, pretendía que llevase la carga de los libros de texto, los cuadernos, el estuche y el almuerzo en el carro de la compra para que no lo soportara mi espalda pero, por este sentimiento absurdo de rebelión contra los padres en aras de reafirmación de la personalidad del hijo, nunca le hice caso, a pesar de que hoy en día los estudiantes llevan mochilas con ruedas al colegio. Una de mis claves para saber si estaba bien escrita una palabra era trazarla de las dos maneras sobre el folio, leerla, intentar recordar cuántas veces la había visto de un modo u otro. Había una palabra que siempre me daba problemas, "albornoz". Mis padres nunca me habían corregido cuando decía "algornoz", les hacía gracia escucharme pronunciarlo, y llegué a la adolescencia con esa daga clavada en el corazón del diccionario. Sin embargo, con mi alumno ese sistema no funcionaba.
Como decía en el inicio, el propio sistema educativo se ha vuelto enemigo de las palabras. Aclaré mis dudas cuando me contó que la mayoría de los ejercicios diarios (e incluso exámenes) se hacían mediante tests de opción múltiple que le llegaban al profesor y que eran corregidos mecánicamente y de inmediato por un programa informático adecuado a tal fin. Un sistema que no permitía aclarar dudas al estudiante y cuyas respuestas, presumiblemente en aras de un número que abarcaba el resultado final, no eran revisadas por el docente.
El niño ya apenas escribía. Si acaso lo que copiaba de la pizarra en las clases matinales, pero no en los ejercicios vespertinos. Ese, sin duda, resultó su segundo escollo en la guerra contra la buena ortografía. El suyo y el nuestro. Porque una era en la que el lápiz y el papel ocupan un lugar ulterior en la jerarquía piramidal de la ergonomía de la escritura nos afecta, sin excepción, a todos y  cada uno de los individuos. Porque dependemos de la capacidad del lenguaje para desarrollar nuestra personalidad  individual y colectiva. Un muro que no se puede derribar, aunque sí escalar. Y, desde luego, con un esfuerzo tan kafkianamente insultante que debería pasar por encima de las maderas.

viernes, 4 de julio de 2014

Ser artista no significa ser un vago



En septiembre del 2001 publiqué en mi muro del Facebook una frase de mi adorado Miguel Delibes:

"si el talento no sirve para ganar dinero ya no es talento." 

No es la primera vez que se comenta ni será la última. Sin embargo, quisiera añadir un apunte más a esta indignación: hace relativamente poco tiempo publiqué en mi muro un comentario que quisiera reiterar porque no tiene desperdicio:

"Publican esta oferta en Culturamas SL pero, por supuesto, la redacción ha de ser absolutamente altruista. No se trata de hacerles publicidad, sino de denunciar una vez más el abuso no sólo por su parte, sino por la de tantas empresas que ofrecen trabajo, en un país carcomido por el desempleo, a cambio de nada." (Anuncio de infojobs)

Quisiera aportar mi conversación literal por email con el titular del anuncio, Javier Vázquez, director de Culturamas, obviando ciertos párrafos prescindibles que pueden alargar innecesariamente la lectura de este artículo:

JT: Estimados amigos:

adjunto les remito mi currículo a fin de poder participar en cualquier proceso de selección que implique la redacción de artículos en su revista. En la actualidad desempeño mi labor como tramitadora de siniestros judiciales en una compañía aseguradora del sector privado desde hace aproximadamente diez años, compaginándolo con mi trabajo como redactora cultural y escritora creativa. Un resumen de mi trabajo está presentado en mi página web, www.jimenatierra.com.
JV: Es algo lioso, además, entiendo que este mail proviene de un anuncio que hoy ha aparecido en Infojobs, hace un tiempo hicimos una preinscripción buscando redactores para el diario El Cotidiano, pero no la validaban porque la razón social de la empresa no es EC sino Culturamas, con lo que finalmente ha salido con el nombre de Culturamas que es otro medio distinto, y pasada la fecha de búsqueda en EC
Resumiendo igualmente: Si hablamos de contenidos culturales está para ello Culturamas, y además estoy haciendo un equipo de redactores para un proyecto de magazine dentro de Rincón del Vago, RDV Cultural, y es en lo que estamos centrados, en ambos casos inicialmente no disponemos de presupuesto para ello pero puedo enviarte más información para que lo veas y puedas colaborar si te interesa

En El Cotidiano estamos dando los primeros pasos de un diario que empieza amateur pero tiene ambiciones, con muchas secciones, columnas de opiniòn, etc

JT: Buenas tardes, quedo a vuestra disposición para revisar las opciones más detenidamente.
JV: Te comento un poco por encima

Con ese handicap del presupuesto ya comentado ahora mismo estoy buscando colaboradores para RDV Magazine, el Mag que queremos crear dentro de Rincón del Vago, que está entre las 5000 primeras del mundo y entre las 1000 primeras en España y un montón de países latinoamericanos.

Mi idea es empezar por secciones clásicas, Libros, Cine, Música, etc pero con idea de hacer algún apartado novedoso, pasa que todo lo técnico, formato, etc lo hacen desde allí y no me puedo organizar como en otras webs y como quisiera. Y sí, digamos que sería más para "todos los públicos", en Culturamas llega un lector especializado que es fiel y busca ese contenido, aquí se trata de interesar a otro público y sin agobiarle hacerle ver y entender las cosas culturales

Por lo demás dime qué cosas concretas te podrían gustar o interesar, y con qué periodicidad se te ocurre que podrías mandar artículos breves, reseñas, comentarios de actualidad cultural, por ahora esas cosas... Debería ser global pero el teatro yo creo que encaja, sin ceñirlo a un estreno o con ese detalle, hablando de la obra, del autor y de la experiencia escénica entiendo

Puedes acreditarte o presentarte cuando esté on line como parte de RDV si eso te ayuda para pedir libros, acudir a eventos, etc

Al margen de RDV está El Cotidiano, diario generalista, www.elcotidiano.es donde podemos estudiar tus propuestas: participar en secciones, columnas de opínión, etc,
Lo que se publique en RDV podría ir después a Culturamas donde también los contenidos son culturales

Con esto puedes comentarme tus intereses, temas que quieres abordar, con qué asiduidad, etc

JT: He estado leyendo atentamente el email, pero me surgen una serie de dudas al respecto.

En primer lugar, hablas de que no disponéis de un presupuesto inicial para este tipo de labores. Puesto que estoy bastante interesada en el proyecto y, como puedes ver en mi currículo y trabajos públicos, soy abogada y escritora, muy acostumbrada a la redacción cultural, y estaría dispuesta a trabajar sin presupuesto a cambio de que se me hiciese publicidad, así como a mi novela Equinoccio. En paralelo, quisiera saber a partir de cuándo podría empezar a cobrar mi caché y si habría alguna posibilidad de colaborar con LEER en base a nómina, revista a la que estoy suscrita desde hace años y a la que he enviado mis datos en varias ocasiones sin encontrar respuesta.

Por otro lado, presentas varias ideas que me han supuesto cierta confusión. Corrígeme si me equivoco: entiendo que buscas redactores básicamente para el magazine de RDV, y que la información que allí se publique se podría extrapolar a Culturamas. Asimismo, informas de El Cotidiano como web alternativa donde también podría redactar artículos. Si esto es así, dependiendo de las características del artículo que necesitases podría elaborar uno al mes que se publicase tanto en RDV como en Culturamas (puesto que es esta última la que más me interesa y no RDV), centrado en literatura clásica y contemporánea -el campo en que soy especialista-. Asimismo, podría elaborar un artículo de opinión mensual para El Cotidiano centrado en cultura (conciertos, exposiciones, turismo, cine, literatura o teatro), ya que soy muy aficionada a este campo de ocio.

JV: En principio no podemos hacer publicidad directa, y sobre hablar de la novela dependería del equipo literario. Sobre Leer no aceptan gente nueva desde hace un tiempo porque están muy apretados, a mí apenas me llega nada ya y llevo años

Sería así, el artículo de RDV podría publicarse después en Culturamas, como opción, ese tema que planteas es muy válido, claro. Para EC en Cultura está bastante saturada, en principio las columnas y artículos de opinión habrían de estar centrados en la actualidad nacional, internacional y social principalmente. Pero habría opción de contactarte con el jefe de Cultura y que le comentes

JT: Respecto al presupuesto, finalmente no me has indicado cuándo podría empezar a verse valorado económicamente el esfuerzo una vez iniciado. puedo entender y aceptar que el comienzo sea duro, pero me gustaría conocer la proyección y expectativas del mismo; desconozco si en EC también la actividad laboral es gratuita. Por otro lado, necesitaría saber cuántos caracteres necesita cada artículo para comprometerme a ello y poderte asegurar con exactitud la capacidad de entrega.

En paralelo, dado que dispongo de mi propia página web y trabajo con otras revistas, no habría inconveniente colaborar sin publicidad respecto a mi novela. Únicamente podría incorporarme al proyecto a partir de septiembre.

JV: No lo puedo prever, lo siento, han de pasar unos meses, ver si ha funcionado, etc. En EC lo mismo, no quiero adquirir compromisos para el futuro que no pueda corresponder y decepcionen, prefiero decirlo ahora y que no escribas a tener que estar incómodo después, además el equipo lo estoy haciendo para ahora, para septiembre es algo tarde. Lo siento y un abrazo

Para aquellos que no lo sepan, la web RDV (Rincón del Vago) tiene aproximadamente 5.000 visitas diarias, lo que implica que no es un blog cualquiera altruista y plenamente vocacional como pueda ser este. Cuantas más visitas tiene una página más publicidad con ánimo de lucro se inserta en ella, lo que reporta ciertos beneficios que hacen que se considere empresa, independientemente de que en el ámbito jurídico esté constituida o no como una Sociedad Limitada o Anónima. Esto me recuerda a cuando me presenté para una asesoría cuyo nombre, lamentablemente, no recuerdo, para un puesto de trabajo de becaria nada más acabar la carrera de Derecho. Solicitaban un licenciado para hacer gestiones administrativas internas y externas llevando documentación a diferentes organismos oficiales durante tiempo inestimado y sin garantías de firmar contrato fijo posteriormente. Cuando les pregunté si me pagarían dieta y transporte me dijeron que no tenía ilusión por trabajar y que escogerían a otra persona para trabajar con ellos. No han cambiado tanto las cosas desde el año 2002.







martes, 1 de julio de 2014

Prólogo de Equinoccio

Prólogo

         Las campanas del Miguelete repicaron a las doce en punto. Los fieles, como manso rebaño, aligeraron el paso para oír misa. Los turistas dejaron de dar de comer a las palomas, prepararon las cámaras de fotos para ametrallar a quemarropa cuanto se interpusiera en su camino y se aglutinaron en la Puerta de los Apóstoles de la Catedral del Santo Cáliz de Valencia. Felisa sujetó fuertemente el cochecito y le buscó impaciente entre la multitud. Estaba rodeada.
       De un edificio cercano salió un anciano empuñando un largo bastón con un arpón dorado en la punta. Se dirigió con dificultad hacia la entrada, perseguido por ocho hombres de sienes plateadas ataviados con un blusón negro. El bullicio cesó drásticamente en la Plaza de la Virgen de los Desamparados cuando golpeó el báculo contra el suelo de granito y los síndicos tomaron asiento en sus sillas de madera. Felisa rezó para que el bebé no empezase a llorar convirtiéndola en el centro de atención.
      
Él se había mostrado inflexible a la hora de cerrar la cita: el jueves a medio día, una vez se constituya el Tribunal de las Aguas.  A Felisa no le gustaba sentirse a su merced, pero sabía a ciencia cierta que era un lugar seguro. Aunque el proceso no tuviese  lugar, podrían confundirse entre los muchos japoneses que estarían curioseando. Sin embargo, la incertidumbre de que algo pudiera salir mal le mantenía en una guardia insoportable. Necesitaba acabar con esa tensión lo antes posible.
       En la última conversación telefónica le había comentado que era moreno, con barba y bigote. Medía aproximadamente dos metros y llevaría un traje de chaqueta negro a rayas diplomáticas. Felisa optó por el abrigo de paño rojo y, por supuesto, el cochecito del bebé. Su bebé. Habían pasado seis semanas y ni siquiera tenía nombre. Le hubiera gustado llamarle Walter, en honor al abuelo del pequeño, pero desde la primera vez que lo cogió en brazos fue consciente de que cuanto menos contacto tuviera con él, más pequeños serían sus remordimientos. La decisión era irrevocable. Felisa no había preguntado cómo eran las personas que le estaban aguardando, ni qué futuro le iban a ofrecer. Resultaba más sencillo fantasear con la idea de que lo estaba buscando alguna madre imposibilitada para tener hijos, deseosa de brindarle una vida llena de amor y felicidad. Además, los treinta mil euros que le ofrecían a cambio eran la solución a la mayor parte de sus problemas.
       Desde que a Walter le diagnosticaron una insuficiencia renal, los gastos que acarreaba el tratamiento de la enfermedad se habían convertido en su única obsesión. Las sesiones de diálisis debían realizarse tres veces a la semana durante cuatro horas, cada una de ellas arrastrando unos gastos mensuales de novecientos dólares. Si le sumaba el coste de los medicamentos (ampollas de hierro, vitaminas y calcio), las radiografías y los exámenes de laboratorio, la cifra ascendía a mil quinientos. Pero su padre sobreviviría otros diez años.
       El primer lunes de cada mes, Felisa enviaba a Ecuador mil euros a través del servicio Ria que le ofrecía el locutorio. Se dedicaba a la limpieza para todo aquel que quisiese contratarla y, si coincidían horarios, los cuadraba a lo largo de la semana para no tener que rechazar ninguna oferta. Con este sistema se garantizaba un sueldo medio de mil doscientos euros. Con treinta mil no tendría que preocuparse de que a Walter le faltara dinero para el tratamiento. Podría empezar de cero, recuperar el tiempo perdido y, tal vez algún día, concebir otro hijo al que poder criar en un ambiente de paz y armonía.
         Una mano cuadrada se apoyó sobre su hombro y Felisa se sobresaltó. Era él, sin lugar a dudas, con una mirada tan penetrante que temió que la atravesara. No saludó. Se limitó a apartarla suavemente y empujó el cochecito abriéndose paso entre la aglomeración con la facilidad de Moisés en las aguas del mar Rojo. Felisa contuvo la respiración y fue tras él en silencio, controlando que no se distanciara demasiado. Aún le debía quince mil euros y no iba a permitir que se le escapasen.
       La masa uniforme de nubes negras se condensó en el cielo cristalino. Bordearon las galerías de la catedral gótica a paso ligero y, cuando estuvieron suficientemente lejos de la plaza, él se detuvo y alzó al pequeño para verlo en todo su esplendor. No pareció satisfecho hasta que empezó a llorar desconsoladamente. Entonces esbozó una malévola sonrisa que se transformó en mueca.
       Por primera vez, Felisa sintió una punzada en la conciencia. Reparó en que su hijo tenía el rostro lleno de mocos y, en un acto reflejo, cogió el pañuelo y le limpió con cuidado. No hacía ni tres horas que le había estado bañando, olía a colonia fresca y polvos de talco. Demasiadas preguntas rondando su cabeza, pero no lograba que sus labios se entreabrieran para pronunciarlas. Tampoco estaba segura de querer conocer las respuestas. Recordó a Walter e intentó reponerse en medio del aturdimiento. Él sacó del bolsillo de la chaqueta un sobre amarillento y se lo entregó. Sus dedos estaban agrietados y, en el anular, llevaba un llamativo sello de plata con un rubí incrustado. Felisa tuvo que esforzarse por estirar el brazo y recogerlo.
—No le volverás a ver.

       Felisa sujetó el dinero con fuerza. A pesar de que podía oírse los latidos acelerados del corazón, su cuerpo era un iceberg. Siguió con la mirada cómo él se alejaba empujando el cochecito hasta que la sombra de su silueta se perdió al doblar la esquina. Luego se desplomó.