martes, 8 de noviembre de 2016

Cicatriz, de Sara Mesa

«No hay que ceder nunca al impulso primario. Es así como yo lo prefiero».

Acabo el mes de octubre con un sabor agridulce al finalizar el libro. Sara Mesa (Madrid, 1976) consigue desorientarme con una lectura distinta a las que acostumbro, centrada en la trayectoria de los personajes diferentes, pero complementarios, que se conocen a través de un chat literario en internet y que fomentan una amistad simbiótica en la que ambos se aprovechan de las carencias del otro para darle mayor sentido a su rutinaria existencia.

Autora

Sara Mesa ha sido finalista en el Premio Herralde de Novela con su publicación Cuatro por cuatro y Cicatriz ha sido elegido como uno de los libros del año por los lectores de El País, El Mundo, ABC, El Español y otros medios.  Precisamente por ello y por las buenas críticas cosechadas en su último trabajo, es por lo que escojo leerlo en mi primera toma de contacto con la autora.
«Hoy me he acordado de ti. Debo reconocer que me acuerdo de ti con frecuencia. Durante todo este tiempo me he preguntado cómo estabas, qué estarías haciendo. También me preguntaba si pensabas en mí, en nosotros, y en lo que pasó. Yo guardo buenos recuerdos». (Fotografía de Wikipedia)

«Los lectores nos sentimos atrapados por esta fascinante escritura, que es, a un mismo tiempo, oscura y luminosa», dice J.M. Guelbenzu, El País.

Trama

La contraportada lo argumenta como "una historia de amor descompensado", pero personalmente no lo veo así. Sonia lleva una vida de monotonía asfixiante, un trabajo reiterativo alejado de toda creatividad e iniciativa -a pesar de su vocación literaria-, una familia cotidiana poco motivadora, y su nuevo «amigo» es el aliciente que ella necesita para salir de la rutina a la que está sometida y de la que pide a gritos sordos huir. Un aliciente que roza la frontera entre la ética y la legalidad, que le encumbra hasta hacerse sentir imprescindible, dotándole de una incontrolable atracción no continuada que se hace recurrente a lo largo de los años.

De otro lado tenemos a Knut Hansum, el apodo que utiliza el otro protagonista refiriéndose a un famoso escritor considerado como el padre de la novela moderna en escandinavia, y al que tengo cierto «cariño» a raíz de mi artículo Knut Hansum, memorias de un noruego nazi. Desde mi perspectiva, el nick está extraordinariamente elegido por la persona que lo oculta. Hansum es un niño-hombre que no encaja, que tiene una serie de carencias existencial que llena a base de lectura y de la necesidad irrefrenable de robar. Lo de menos es el producto sustraído. Lo vital es la sensación que le transmite el peligro y la satisfacción personal de solventarlo. Su aliciente, como muchos delincuentes, es ser reconocido. Un testigo de vista gratuito e inocuo que le permitirá su autorrealización personal.
Fotografía de wikipedia

Perspectiva personal

La novela me ha gustado mucho, los personajes están muy diferenciados y, a pesar de que no hay una descripción exhaustiva de ellos, el lector sabe perfectamente la boca de quién habla sin necesidad de presentaciones previas. Son protagonistas escogidos con realismo, que no evolucionan y cometen los mismos errores a pesar del paso del tiempo y que son fieles a sus identidades.
Es una trama explicada desde el punto de vista de un narrador omnisciente, en presente, lo que aumenta la frialdad y el distanciamiento con el lector, pero le permite analizar con objetividad el comportamiento de los núcleos centrales de la novela, comprender e incluso justificar el escenario en que están inmersos.

Editorial

Leída en Anagrama, 194 páginas.