jueves, 7 de agosto de 2014

La pandemia de la ceguera

Un ciego y sus ansias de luz,
Erminio Blotta.

Ya en 1912 Unamuno plasmó en El sentimiento trágico de la vida su opinión acerca de que el ser humano, puesto que está condenado a la muerte desde que nace (dejando a un lado la apocatástasis del pensador que sobrepasaría los caracteres de cualquier blog), no es un ser vivo destinado a su fin sino un ente muerto con vida propia. Una mutación menos escatológica pero con el mismo planteamiento que Walking dead, para los denominados Serial lovers. Posteriormente, en una idea paralela, en 1995 el maestro literario portugués José Saramago escribió su retador y difícilmente legible Ensayo sobre la ceguera arguyendo que: "no nos quedamos ciegos, somos ciegos que ven; ciegos que, viendo, no ven".

La filosofía de no ser conscientes de aquello que nos rodea porque nuestros propios ojos son límites en lugar de puertas al mundo exterior fue tan interesante como innovadora. Tanto, que posteriormente el argumento sería inmortalizado en la gran pantalla (2008) por el director Fernando Meirelles con el título Blindness (A ciegas), de la mano de actores cualitativos de la talla de Julianne Moore (mujer del doctor), Mark Ruffalo (doctor), Gael García Bernal (el rey del Ala Tres) o Danny Glover (hombre del parche negro).

Saramago trataba en su manuscrito de poner de manifiesto una sociedad podrida y desencajada cuyos instintos más bajos emergen de una epidemia de ceguera que afecta indiscriminadamente con independencia de sexo, religión y raza y una sola excepción: la mujer de un médico, narradora omnisciente de la historia. Una pandemia que, al más puro estilo del lamentablemente contemporáneo Ébola -y a diferencia de su inevitable mortalidad-, se transmite por el aire y cuyo síntoma definitorio es llorar una especie de leche blanca. Al provocar un temor a morir tan expansivo como el virus y no menos cruel, el Gobierno decide aislar en una prisión a cuantos se ven afectados con ánimo de establecer una cuarentena en aras de la bien conocida por todos Seguridad Nacional. Seguridad que necesariamente justifica los daños colaterales planteados. De este modo, el hilo conductor no será otro que la lucha por la supervivencia en la cárcel en la que están hacinados sin condiciones higiénicas ni alimentarias, constituyendo una metáfora de la sociedad actual que sirve de bandera al refrán "en el país de los ciegos, el tuerto es el rey".


- Soy del tamaño de lo que veo.
- ¿Qué quieres decir, abuelo?
- Te miro sin saber si veo.

Enrique Vila Matas, Extraña forma de vida.

Corren tiempos difíciles en los que, como decía Bukowski, la única diferencia entre una dictadura y una democracia es que en la segunda se establece un proceso electoral. El visionario escritor fallecido en el 2010, a través de personajes sin nombres que nos acompañan en una lectura ardua no sólo por su compleja ortotipografía sino por el profundo mensaje que conlleva, expone la constitución de un nuevo Poder jerárquico y dictatorial dentro del propio recinto en el que están aislados. Lo que hay afuera no importa porque ellos no importan. Las afueras no existen. Las afueras forman parte de la nada. (La OMS pasa a considerar el ébola como emergencia sanitaria internacional).



Dicen las malas lenguas, a raíz de la película Estallido que sirvió de presentación mundial al virus del Ébola en 1995, que las farmacéuticas se están frotando las manos porque son quienes han lanzado el problema e, incentivadas por abismales intereses económicos ajenos a toda ética y moral, van a lanzar la solución. Fernando Meirelles fue galardonado por películas como Ciudad de Dios o El Jardinero Fiel y resulta casual que el argumento de este último film se centre en ensayos ilegales que hacen las empresas farmacéuticas sobre niños nigerianos.

«Sabemos que es un virus que no tiene tratamiento ni vacuna, pero contraer esta fiebre hemorrágica no es una condena a muerte. Hay luchadores que superan el Ébola, dejan atrás el estigma y regresan a la vida normal.» Diario 20 minutos (2012).

No hay peor ciego que el que no quiere ver. Hace poco pregunté en mi gasolinera habitual por la opinión que les merecía el Ébola y me contestaron preguntándome que si era un personaje de Sálvame Delux. No es más preocupante una infección mundial viral que el virus de desmotivación intelectual por el que estamos infectados y que no hace otra cosa que facilitar a los Poderes Públicos que nos manejen como a reses numéricas en lugar de seres humanos. En la actualidad política las decisiones no se toman por amor, ética o religión. Se adoptan por dinero. (Alerta digital, 2014)

Supongo que no se trata de negociar con términos bien definidos en la RAE como compasión, repatriación o cobardía. La pregunta objetiva y transparente es si está preparada la Comunidad de Madrid para atender casos de epidemias y enfermedades emergentes cuando ni siquiera se adapta a un día de lluvia sin que los accidentes de tráfico se multipliquen. La Comunidad de Madrid. España. Europa. El mundo. Una cuestión que aún está por responder.

«El caso de Pajares es importante y grave, aunque no es una crisis ni muchísimo menos. Debería servir para que los ministerios y las comunidades demuestren que pueden trabajar juntos, y no para escenificar sus errores de comunicación. Después del aceite de colza, la gripe A, las vacas locas y otras alertas, ya deberían saber que la información adecuada es una herramienta sanitaria crucial.» Diario El País.

El miedo es el derecho de quienes tienen algo que perder. Ciegos o no la polémica está servida y ahora, más que nunca, las visiones hemos de dejárselas a Nostradamus y las consecuencias al tiempo. Decía Nicolás Maquiavelo en su tratado El príncipe que "el fin justifica los medios". La Ciencia apunta a que la metástasis destruye y que, en ocasiones, es necesario mutilar. Por mucho que se sufra la pérdida del miembro. Esto no es una hipótesis empírica, sino un hecho. Si los científicos se guiasen exclusivamente por la compasión, la repatriación o la cobardía sin atender a la razón, seguramente no podrían ejercer como tales. El problema es que, para bien o para mal, la mayoría somos de letras. O de Sálvame Delux.